Antes era fácil pescar, era suficiente con poner un cesto y dejarlo unas horas para que saliera lleno de peses. Había tanta vida en ese río, que el pescado se atrapaba incluso con la mano: la mojarra, el sábalo, el jojorro, la chuchulapa, el guacuco, el virginio, también el camarón munchillá, los cangrejos azul y alacho, las jaibas, el piacuil y los pequeños moluscos que las mujeres buscan entre las raíces de los manglares. El río Anchicayá, que en el pasado representó la fuente de vida y subsistencia para sus comunidades, se encuentra moribundo en la actualidad, agoniza lentamente y con el las comunidades que dependen de el para sobrevivir.